El Día Internacional de la Mujer es
una fecha reconocida en gran parte del mundo. Desde hace años, cada 8 de marzo,
miles de colectivos de mujeres de cientos de países se organizan para marchar,
hacer paros, desarrollar actividades reivindicativas y exigir el cumplimiento
de sus derechos, a través de organizaciones horizontales y participativas, que
caracterizan a los movimientos feministas.
Cuando hablamos de la historia de
las mujeres, no podemos pasar por el alto el suceso que dio origen a la
conmemoración de esta fecha: saber y entender de dónde viene nos da
herramientas para luchar contra el vaciamiento político que muchas veces se
quiere imponer sobre nuestras manifestaciones. El 8 de marzo es un ejemplo
perfecto: las casas de electrodomésticos lanzan promociones, los bares arman “noches
de chicas” y la sociedad en general ensalza a la mujer únicamente en su rol de
madre o cuidadora.
Sin embargo, no debemos olvidar que
este día, en realidad, nos invita a reflexionar sobre las largas luchas sostenidas
por las mujeres que han conllevado numerosos sacrificios personales y
colectivos, a y continuar trabajando por la igualdad y la liberación en esta
sociedad patriarcal en la que los derechos de las mujeres nunca se han dado por
sentados.
La historia del 8 de marzo
La revolución francesa y la
revolución industrial representaron grandes cambios en la situación social y
laboral de los hombres, pero en general, los beneficios obtenidos no alcanzaron
a las mujeres, que continuaron siendo el último eslabón de la cadena
productiva, relegadas a criar niños y cumplir extenuantes jornadas de trabajo
por una paga mucho menor que las de sus compañeros varones.
Existen varias versiones sobre el
origen del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y de hecho no se trató de
un único suceso sino que fueron varias manifestaciones y huelgas a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX las que finalmente dieron relevancia a la
fecha.
Algunas fuentes citan el año 1857 y
otras el año 1908, pero lo cierto es que miles de obreras textiles marcharon
por las calles de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, exigiendo mejores
salarios (ganaban entre 3 y 4 dólares a la semana frente al promedio entre 7 y
12 dólares que ganaban los hombres), la reducción de la jornada laboral (de 75
a 54 horas semanales) y el derecho al voto. Poco después, en noviembre de 1909,
ocurrió la sublevación conocida como el “levantamiento de las 20.000”, una
huelga multitudinaria en la industria de camisas liderada por mujeres que duró
11 semanas. En 1910, durante un encuentro de mujeres socialistas en Dinamarca, se
propuso fijar un día de marzo para reivindicar los derechos de todas las
mujeres. Al año siguiente, se celebró por primera vez el Día Internacional de
la Mujer el 19 de marzo, en algunos países europeos. Existía un clima de lucha
y las mujeres estaban cada vez más organizadas.
Sin embargo, el hecho más conocido
es el incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en Nueva York, el
25 de marzo de 1911. Una colilla de cigarrillos arrojada a un cesto lleno de
restos de tela inició un siniestro de enormes proporciones que acabó con la
vida de 146 mujeres y 23 hombres. La gran mayoría de las mujeres víctimas eran
inmigrantes en situación de pobreza. Sus muertes fueron causadas por la orden
de cerrar las puertas de la fábrica para evitar robos, una práctica hoy
considerada criminal, pero muy común en esa época. Además, el dueño de esta
fábrica, que se hallaba en un estado deplorable, se había negado anteriormente
a entrar en diálogo con sus obreras y obreros para la mejora de sus condiciones
laborales.
Esta tragedia impactó a la opinión
pública y supuso importantes mejoras en las condiciones de seguridad de las
trabajadoras y los trabajadores de las fábricas. Cientos de miles de personas
se unieron a las protestas y marchas organizadas por la Liga Sindical de
Mujeres y el Sindicato de Trabajadoras de la Confección, en respuesta a lo
sucedido.
Finalmente, en 1977, la
Organización de Naciones Unidas convirtió el 8 de marzo en el Día Internacional
por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Las mujeres se
reapropiaron de la fecha, ampliando su significado y dándole un gran peso en la
agenda política de todos los movimientos: así es como llegamos al Día Internacional
de la Mujer Trabajadora, el cual aglutina a mujeres de todas las edades,
estratos sociales, niveles educativos, nacionalidades, empleos y profesiones.
El 8 de marzo hoy
Desde hace ya varios años hasta la
actualidad, cada 8 de marzo las mujeres llaman a un paro de actividades y
huelga general que ponga de relieve las desigualdades y discriminaciones que
siguen existiendo, por mucho que se haya avanzado desde aquella tragedia en
Nueva York. Podemos citar algunos de los reclamos más exigidos: igualdad
salarial, vacaciones y descansos pagos, subsidios por maternidad, lactancia,
salud, estudios; formalización del trabajo, alto a la violencia y al acoso
sexual en espacios laborales, jubilaciones justas, y también el reconocimiento
al trabajo reproductivo y una mayor equidad en la distribución de las tareas
del hogar. Los lemas hacen hincapié en la invisibilización de las condiciones
de las mujeres trabajadoras: “si nuestras vidas no valen, produzcan sin
nosotras”; “eso que llamas amor, es trabajo doméstico no remunerado”, “si
nosotras paramos, se para el mundo”.
En Paraguay, nos encontramos con
grandes problemáticas. La feminización de la pobreza, debida a los bajos
salarios y a los altos índices de informalidad en los que las mujeres
desempeñan sus trabajos, así como por los estereotipos de género que las
relegan a sus hogares; la larga lucha llevada adelante por las trabajadoras
domésticas, que actualmente son discriminadas salarialmente por la propia ley. Las
trabas para que las mujeres puedan lograr una participación política igualitaria
y acceder a puestos de poder y decisión, dominados mayoritariamente por
hombres. Las mujeres rurales, que son con frecuencia cabezas de familia,
trabajan en condiciones de explotación y no tienen el mismo acceso que los
hombres a la propiedad de las tierras; las mujeres madres, que no ven
respetados sus derechos como tales en una sociedad hipócrita que glorifica el
rol maternal pero las discrimina y excluye.
Hoy nos toca reflexionar sobre la
lucha de nuestras antepasadas, que nos han dado acceso a derechos que hoy damos
por sentados. Es nuestra responsabilidad retomar sus antorchas para continuar
avanzando hacia nuestra verdadera liberación, y hacia la construcción de una
sociedad mucho más justa donde las mujeres ya no seamos ciudadanas de segunda
categoría, y nuestros legítimos derechos dejen de estar sujetos a debate.
¡NUESTRO TRABAJO VALE! ¡TUICHAMBA’E
ORE REMBIAPO!
Fuentes consultadas:
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